Cosas que no quiero compartir con nadie
Hace un par de años tropecé con un libro de Elvira Lindo en el que hablaba sobre sus sitios favoritos de Nueva York. Tropecé con él en el sentido más literal de la expresión. Habían colocado en La Casa del Libro un montón de ejemplares suyos apilados, muy ordenados, y yo me los llevé todos por delante como en una partida de bolos. Así que cogí uno de ellos por vergüenza y seguí andando hasta la caja, sin mirar atrás en mi huida, aprovechando que nadie me había visto salvo un niño al que dejé con el muerto encima esperando que le culparan a él. De vez en cuando sueño con que aquel niño se hace mayor y me empieza a enviar anónimos con letras recortadas de revistas: Sé lo que hiciste en la Casa del Libro.
COMO IBA DICIENDO, aquel libro se llamaba (y se llama) Lugares que no quiero compartir con nadie. Me lo llevé por accidente y terminó resultando una sorpresa muy agradable. Se trata de un libro al que estaré eternamente agradecido ya que gracias a él en un viaje a NYC pude conocer a la tarta de queso de mi vida (en un localito algo decadente llamado Veniero’s, en el East Village, para los curiosos) y probé el mejor bagel de salmón a ese lado del Atlántico. Cosas importantes para mí.
Elvira Lindo avisaba que su libro era una trampa a sí misma porque a lo largo de sus páginas iba desgranando esos sitios especiales para ella y que, en el fondo, en su fuero interno, de forma egoísta, realmente no quería compartir con nadie. Sus parques, sus restaurantes, sus bares, sus librerías. Esos lugares que te quieres guardar para ti mismo y que no deseas que sean invadidos por extraños. Tu tesoro. Tu sanctasanctórum.
A mí me pasa algo parecido de vez en cuando. Hay canciones que me gustan tanto que no quiero compartirlas por temor a que se pongan de moda y que de pronto alguna marca horrible de coches comience a bombardearnos día y noche con sus anuncios horteras con algún JASP conduciendo muy deprisa por una carretera sinuosa con esa canción como banda sonora hasta conseguir que acabes detestando la canción, el coche, el JASP, la carretera sinuosa y tu propia vida.
Y me ocurre esto mismo con muchas más cosas que me gustan tanto que las quiero disfrutar yo solo, en un rincón, regodeándome en mi descubrimiento. Soy un poco como el Gollum con su anillo (aunque espero que no me imaginen escribiendo esto encorvado en una cueva, semidesnudo, con el pelo ralo y hablando de mí mismo en tercera persona).
Por esto, todos los viernes escribiré una nueva sección llamada #CosasQueNoQuieroCompartirConNadie sobre todas esas canciones, fotos, series, platos, películas, bocadillos, modas y cualquier otra cosa que por alguna razón me han hecho muy feliz durante la última semana.
Todas esas cosas que, en el fondo, no quiero compartir con nadie.
Las cosas que, como canta Calamaro, hacen tilín en el corazón.
UNO. Esta canción que escucho sin parar:
DOS. Este párrafo de Chandler:
TRES. Vuelve Louie. Me encanta esta escena final con la guapísima Parker Posey poniendo caras en un capítulo. El amor era esto.
CUATRO. Esta canción triste y al mismo tiempo bonita tipo Queda un largo camino a casa y acaban de disparar a mi caballo, pero mi chica todavía está a mi lado como decían en las Chicas Gilmore.
CINCO. El nuevo cuadro que me hace compañía en mi despacho. De un fotógrafo de Portland llamado Robert Crum. El problema es que cada vez que lo miro me entran unas ganas terribles de atizarme un lingotazo.
SEIS. El mockumentary The Trip to Italy. Un recorrido gastronómico por la Liguria, la Toscana, Roma, la costa Amalfitana, Ravello y Capri, con Steve Coogan y Rob Brydon a bordo de un Mini descapotable y el disco de Alanis Morrisette de 1995 sonando de fondo en bucle. Conversaciones de sobremesa, comida maravillosa, humor británico, paisajes increíbles y una visión inteligente de la vida. Ojalá se hicieran cosas así aquí.
SIETE. Ayer fue el cumpleaños de Marc Jacobs. Un sí rotundo a sus tatuajes random. Bob Esponja, un dibujo de los Simpson, un sofá (?), un M&M rojo, dos perros besándose, el logo de la revista Lui y muchos otros detalles importantes para un enfermo de la cultura pop como yo.
OCHO. Este anuncio de uno de mis escritores predilectos, Bret Easton Ellis (American Psycho, Menos que Cero), con mis gafas de sol favoritas, las Persol. Caerán esas Typewriter.
NUEVE. Me encantan las fotos de gente tomando café. Esta semana he visto esta de Sharon Tate en una terraza de París en 1969.
DIEZ. En una iniciativa bastante divertida con la gente de Canon y ELLE Gourmet, un servidor va a estar yendo por ahí con su nueva Canon fotografiando platos, copas y otros detalles sueltos que por cualquier razón peregrina hacen que sean mis sitios favoritos. Estoy emocionado con este proyecto pese al lamentable fotógrafo que soy. Pero la verdad es que me gusta ese toque retro de ir con mi cámara y dispararla solo en momentos muy puntuales, como Robert de Niro en El Cazador, en vez de estar con mi móvil todo el día en la mesa como si fuera un revólver. Volver a valorar las fotografías. Iré subiendo estas fotos en esta sección y en mi cuenta de Instagram (@guardiancenteno). La semana pasada ya estuve en uno de mis dos japoneses favoritos de Madrid, Kabuki. Vayan y prueben el tartar de atún picante con una copa de manzanilla. De Kabuki siempre me ha encantado en especial este cuadro de un atún pescado en Japón que hay en la entrada porque me recuerda a un amigo y es siempre el símbolo de que hay algo bueno esperándome en cuanto cruce la puerta.
ONCE. Este libro de Eugenia de la Torriente, directora de Harper´s Bazaar. Por fin un libro sobre la elegancia masculina algo actual y que no parece escrito por un noble inglés del siglo XVII.
Que tengan ustedes un buen fin de semana.
Y si tienen alguna cosa que no quieran compartir con nadie, no duden en contármela. Quedará entre nosotros.
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