Cosas que no quiero compartir con nadie #5

Las #CosasQueNoQuieroCompartirConNadie de esta semana:
UNO. Mi coche favorito de todos los tiempos es el Golf Cabriolet blanco descapotable (manualmente) con matrícula de Santander que tenía mi madre. Estaba la parte de atrás siempre llena de balones de fútbol. Y sonaba en bucle una cinta que mi padre grabó a mi madre con canciones de la Creedence, Dire Straits y Bruce Springsteen. La radio estaba estropeada y no podíamos sacar aquella cinta así que estuvo sonando sin parar durante años y años. Me encanta ese coche y sueño con el día en que Volkswagen fabrique un modelo igual pero modernizado, con dirección asistida, airbag, cierre centralizado y, sobre todo, cambio automático (me temo que ahora mismo no me acordaría bien de cómo conducir un coche con cambio manual). Siempre que voy por la calle y veo un modelo como aquel, hago una foto y se la mando a mi madre. Ella dice que ni se acuerda del coche porque vive en su universo paralelo de despistes y olvidos. Pero me da igual. A mí siempre me hace absurdamente feliz encontrarme con uno y poder ir aumentando mi colección.
DOS. Leo mientras desayuno esto que escribe Dani Shapiro, una escritora que me cae especialmente bien:
Un amigo recientemente escribió en su cuenta de Instagram:Prefiero ser el chupito de whisky de alguien que la taza de té de todo el mundo. Gasto mucha energía tratando de ser la taza de té de todos, esto es, intentar gustar a todo el mundo, y a) no es divertido, y b) no funciona. Apostaría a que todos hemos hecho algo así en algún momento de nuestras vidas –tratar de convertirnos en una especie de pretzel de esos que gustan a absolutamente todo el mundo– y también apostaría a que las raíces de esto se encuentran en algún lugar de nuestra infancia/juventud. ¿Quién fue el primero que nos hizo pensar que había algo averiado en nosotros que necesitara ser reparado? Esas lesiones, pequeñas o grandes, son las que nos marcan. Y solo la percepción de nuestro propio valor es la única manera que tenemos de procesar las críticas y el rechazo, es decir, coger aquello que nos es útil, constructivo, y pasar del resto.
TRES. Me escribe A. y me comenta que si le puedo echar una mano con su discurso de graduación. Mientras pienso qué diablos puedo aportar yo de la vida a unos chicos recién licenciados, me acuerdo de uno de mis discursos favoritos: Haz buen arte, de Neil Gaiman.

CUATRO. Tras dar vueltas a esto del discurso, voy a nadar un rato. Siempre es algo que me aclara bastante la cabeza. Antes de llegar a la piscina, me paso por una librería. Y, curiosamente, me encuentro con una edición preciosa del discurso de Neil Gaiman publicada por la editorial Malpaso. Una maravilla. Lo interpreto como algún tipo de señal, así que me lo llevo. Y me acuerdo de un amigo que tiene una editorial muy pequeña (aunque excelente) y que siempre que publica un libro raro que van a leer cuatro gatos me escribe: Tengo una golosina de libro que te va a encantar.
Desconozco cuánto venderá este libro pero me encanta que siga habiendo locos publicando golosinas como estas con tan buen gusto.

CINCO. Mi guilty pleasure semanal: mi segunda canción favorita de Madonna (¿Quién no tiene un ranking de canciones favoritas de Madonna? ¿No? ¿Estáis muertos por dentro?) es Material Girl. Y ahora ando obsesionado con esta versión que hacen los de Walk Off Earth cuyo vídeo no puedo dejar de ver (aunque me angustia un poco ver a una chica tan embarazada ejecutando ciertos movimientos y cabriolas).

SEIS. Juega el Real Madrid las semifinales de la Champions. Estoy histérico. Compro guacamole, una botella de Riesling, jamón serrano, totopos, crema agria, pistachos y anacardos. Creo que me habría salido más barato comprarme un billete a Turín e ir a verlo ahí. Pero da igual. Lo divertido es la preparación. La anticipación. Los nervios. La previa. Escribirme con mi padre. Hablar con los amigos. El fútbol, al final, es lo de menos.
SIETE. Ha perdido el Real Madrid. Me quiero morir. Retiro todo lo anterior.
OCHO. Este monólogo de Kumial Nanjiani sobre cómo se esforzaba para hacerse el guay en el colegio. Lágrimas de risa.

NUEVE. Saca nuevo disco EELS. Tal vez una de mis bandas preferidas. En directo desde el Royal Albert Hall de Londres.

DIEZ. La #fotocafé de la semana me llega por Twitter. Dicen que es té. Pero nos sirve igualmente. Cualquier cosa con Natalie Portman y Scarlett Johansson nos sirve. Cualquier-cosa.

ONCE. Salgo a cenar con un amigo gallego. Me lleva a un sitio muy pequeño a comer pulpo y marisco. Hay una foto del Superdepor colgada de una pared. Mientras me peleo con las pinzas y el centollo como si estuviera matando un osos con mis propias manos, me acuerdo de esto que escribía Iñaki Uriarte en sus diarios y con lo que me siento terriblemente identificado.

DOCE. Las fotografías de Alex Prager. Y Alex Prager en general. Al ver lo de Alex siempre había asumido que se trataba de UN fotógrafo. Y resulta que es UNA fotógrafa. Una fotógrafa guapísima, por cierto. Y con cierto parecido a Emma Stone. Mi plan es ir comprando todas sus fotografías en subastas y luego acabar casándome con ella. En las comedias románticas siempre funcionan este tipo de cosas.

Y esta es Alex. Mi Alex:
Alex Prager

Buen fin de semana and don´t forget to rock and roll.

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